A travéz de los arbustos Eris asechaba.
Sus ojos no se apartaban del bulto que había depositado en la puerta de la casa del otro lado de la calle. Era una gigante casa de tres pisos. La familia que vivía en el interior era de clase alta. Pero a lilith no le importaba la clase social; en su plan no cabían ese tipo de consideraciones. Solo se fijaba con gran escrúpulo, en el físico de sus victimas.
Miro su reloj de pulsera. Pasaban las 22:30 PM. Sabia que las luces en el interior de la casa denotaban preocupación. A esa hora ya no solo debería estar encendida la TV. Pero no en ese lunes no. Prácticamente todas las ventanas estaban vivas. Los corazones de los miembros de la familia se habían vuelto uno; y este latía agitadamente. Un ir y venir de los tres hermanos. A travéz de ciertos marcos de luz delataba su angustia. "Eso es bueno" se decía Eris desde su oculta posición. "Eso, es muy bueno".
Pero Eris sabia que las angustias crecen lentamente.. Y que, al llegar a cierto punto. Son imposibles de controlar. En ese momento en que ella o uno de ellos, abriera la puerta de la casa y viera el espantoso obsequio... Podría completar su primera misión. Haber acabado con la vida de los padres de los tres jóvenes. Por ello, Lilith no desesperaba. Porque sabia que en una hora todo denotaría.
La angustia, el miedo y la desesperación forman el limite final.
Escucho, que el volumen de las voces aumentaba. Los hermanos peleaban. El limite hacia efecto. "Hay dolor", se dijo Eris. "Eso es muy bueno".
Los gemelos se recriminaban mutuamente. Que sus padres no hubieran vuelto a casa después de dos días y que nadie supiera nada de ellos. Los hermanos estaban al borde de la locura. No había habido llamados de ninguna especie. La policía.. Sus colegas no sabían nada. Probablemente fuera un secuestro pero... ¿cuanto tardaría el secuestrador en hacerles pedir por sus padres si estos se encontraban bien?
La hermana menor comenzó a llorar... Y eso era algo muy extraño, ya que no acostumbraba a ello, los gemelos en completo silencio, totalmente mortificados probablemente ya habían renunciado al sueño. Todas las luces de todas las habitaciones seguían encendidas.
Entonces ocurrió. La desesperación. La angustia. El miedo. La hermana menor decidió salir de la casa, como otras tantas veces, mirar una y otra vez... Con la esperanza de ver a sus padres llegar.
No fue así. A sus pies ya la esperaba un misterioso paquete. Eris volvió a sentir paz. Hiso una anotación mental. Contó los segundos mientras la niña intentaba levantar la bolsa desatar el nudo e insertar la mano..
Primero lo observo detenidamente... Esa era la virtud de aquella niña, observar.
Pero luego, un grito fulminante. Un grito que se quedaría en los oídos de sus hermanos durante años. Un grito de dolor como nunca han escuchado los oídos humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario